Laurence Golborne y la Empleabilidad

En reciente entrevista en la Revista Sábado del Diario El Mercurio, el Ministro Laurence Golborne habla acerca de la empleabilidad.

Te invitamos a leer esta entrevista donde podrás darte cuenta que las inquietudes acerca de tu carrera laboral también las tuvo el actual Ministro de Minería:

  • ¿A raíz de qué toma el liderazgo de la operación misma, si no era su rol?

Es un tema de personalidad, supongo. Porque cuando veo que hay una pelota dando bote en una cancha, alguien tiene que tomarla, hacer  un par de pases y meter el gol. Yo no puedo estar esperando que me digan que lo haga. Me interioricé de la complejidad técnica, estaban además los dueños de la mina muy involucrados, no es como se cree que ellos se habían mandado cambiar, no. Ahí empezamos a preguntarnos si podían estar vivos, si había que mandarles aire… Ahí empiezo a llamar para conseguir maquinaria de sondaje, porque se hacía difícil la llegada de los rescatistas. Mi jefa de gabinete, que es muy eficiente, consiguió la primera máquina que llegó esa noche del sábado, con todo el equipo de personas.

«Nadie durmió esa noche, tampoco las siguientes. A las 3 de la tarde se bloquea la chimenea de ventilación, porque empieza a caer material y los dos rescatistas que iban primero casi pierden la vida. Salen de la mina frustrados y choqueados; significaba que el único camino rápido estaba cerrado. Que ya no serían horas para sacarlos; serían días. Ahí abracé a Pedro, el rescatista que casi muere, y se me cayeron lágrimas por primera vez. La chimenea se había llevado las esperanzas. No sabíamos si ellos tendrían aire para resistir hasta buscar otra solución».

SU RELACIÓN CON PAULMANN

  • Nunca ha contestado realmente por qué dejó la gerencia general de Cencosud. ¿Qué problema tuvo con Horst Paulmann?

-No hay nada que decir. Tuvimos una relación de trabajo muy buena durante ocho años, hicimos una serie de cosas en equipo a pesar de tener personalidades muy distintas. Pero llegó un momento en que yo quería hacer otras cosas, fue un ciclo que se cumplió. Los trabajos no tienen por qué ser para toda la vida. Uno está en un trabajo mientras se siente contento, si dejas de estarlo es mejor buscar algo que te permita pasarlo bien. Tenía otros objetivos personales, y eso es muy importante. Me surgieron otras ideas y quería hacerlas.

  • Pero usted sabía que con ninguno de sus posibles proyectos ganaría el sueldo que tenía.

-Sí, lo sabía, pero para mí el dinero no es un fin en sí mismo. Yo lo quería para ganar libertad, para tener la libertad de hacer otras cosas menos rentables, como, por ejemplo, estar ahora en el servicio público. Me ha tocado encontrarme con personas que tienen la capacidad y la motivación para estar en el servicio público, pero que no pudieron aceptar porque sus compromisos económicos no les permitían reducir su sueldo. Esa es la libertad que yo tengo.

  • Ese cargo -gerente general de Cencosud- es de los más apetecidos entre los ejecutivos chilenos. ¿Se sentía un triunfador allí?

-No, me gustaba solamente. No hay ningún acto heroico en eso. Uno trata de hacerlo bien y ojalá les sirva a los demás, pero eso es.

  • Usted me confesó hace años que lo seduce la adrenalina que implica estar en la cresta de alguna ola.

-Lo que pasa es que soy un hombre apasionado. La adrenalina viene de la pasión que les pongo a las cosas que hago. No hay que confundirse, yo he ocupado cargos muy importantes y he recibido premios al mejor gerente o al mejor alumno en la universidad, pero nunca he creído que soy importante. Cuando me fui de Cencosud, busqué otras motivaciones, y estaba muy contento con ayudar al grupo Progreso de Guatemala a desarrollar su red de construcción en seis países de Latinoamérica. Gente maravillosa. También estaba muy entretenido viendo las complejidades del Transantiago en la empresa Alsacia; motivadísimo con un grupo de amigos instalando el OlivaLimón, un restaurante en el Alto Las Condes donde disfrutamos inventando nueva gastronomía. Soy socio minoritario, pero vamos siempre y estamos felices con nuestro restaurante. A mí no me interesa estar en la cresta de la ola, me interesa estar contento con lo que hago. Asumiendo con responsabilidad los trabajos y terminando los ciclos necesarios en cada uno, no es que deje un lugar «porque no me hallo.» No.

  • ¿Qué le sirvió de sus años con Paulmann para trabajar con Piñera?

-He tenido la suerte de tener muy buenos jefes, no sé si ellos me han elegido a mí o yo a ellos. Pero en Gener aprendí de José Pedro Undurraga el rigor del detalle; de Juan Antonio Guzmán esa habilidad para negociar, para inventar cosas nuevas en medio de una conversación que salvan la situación; aprendí del señor Paulmann ese empuje y esa confianza que raya en la ilusión de creer que la fuerza de voluntad es capaz de lograr todo: en estos 8 años sólo lo vi dos veces desanimado, complicado… Ahora, con el Presidente Sebastián Piñera, a quien yo no conocía de nada, me encontré con un hombre con una capacidad de trabajo y disciplina tremendas.

  • ¿Cuál es más difícil de tratar?

-Cada uno es un mundo, como dice Herman Hesse. Con sus pros y sus contras. Pero todos son grandes hombres. Como las montañas, hay que apreciarlos más de lejos.

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  • Le falta, entonces, para analizar las dificultades que pueda tener con el Presidente Piñera.

-No tengo dificultades. Es mi rol superarlas. Es un hombre que escucha mucho más de lo que parece y que conversa. Ahora, él toma la decisión final porque le corresponde hacerlo. Cuando la decisión está tomada, a mí me corresponde respaldar. Ahora, cuando el 80 por ciento de las decisiones que se toman yo las comparto y el 20 por ciento no, está bien. Pero cuando uno no comparte el 80 por ciento, significa que estoy equivocado de lugar y me tengo que ir.

  • ¿Eso es lo que le pasó con Paulmann?

-(Sonríe).

COMIENZA LA AVENTURA

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  • ¿A quién se le ocurrió que usted sería el héroe de los mineros de San José, ¿a Piñera o a usted?

-(Se pone muy serio) No soy ningún héroe, en primer lugar. En los casos de negocios en la Universidad de Harvard nunca se escriben antes, sino después. No se planifican en ese minuto. Los acontecimientos fueron así: el Presidente me invita por un par de días a Ecuador por un asunto de cooperación en materia minera, y a Colombia por la asunción del Presidente Santos. Cuando llegué al hotel, como a las 10 de la noche, veo un mensaje de texto del subsecretario diciendo «33 mineros atrapados mina Tercera Región». Lo llamo, no se sabía nada más. Le pido que se vaya al lugar a la mañana siguiente y se informe bien. Le conté al Presidente y me dijo que era complicado, que me volviera a Chile. A la mañana siguiente, le doy más información y reafirma que debo irme. Me costó volver de Quito a Santiago y sólo llego en la noche, vía Lima. Era viernes. Tomo un avión de la FACh y llego a la mina San José, como a las 3 de la mañana. Me encuentro con fogatas improvisadas y con las familias por todas partes. Ya estaban ahí el subsecretario de Minería y la ministra del Trabajo. Habían llegado equipos de rescate de todas las compañías mineras, que es lo que se hace normalmente. Estaban haciendo el rescate tradicional: entrar por la boca de la mina, ver lo que está bloqueado,  y llegar a los mineros. Se habían encontrado con la roca y estaban tratando de entrar por la chimenea. Hablo con ellos. Había un poco de desorden. Nosotros como gobierno estábamos solamente observando y viendo cómo ayudar, porque el tema era de la empresa privada. Ahí me reúno por primera vez con las familias que estaban en un nivel de desesperación horrible y en calidad de ministro del ramo me comprometo a estarles informando…